“Así, aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú estás conmigo. Tu vara y tu cayado me dan seguridad.” (Salmo 22, 4)
Hoy, 22 de febrero es tanto el día de la cátedra de San Pedro como el cumpleaños de mi papá cuyo nombre es Pedro. Nunca me había puesto a pensar en esta coincidencia. San Pedro, anteriormente Simón, hoy hace su profesión de fe frente a todos los discípulos que no tenían claro aún quién era Jesús y se convierte en la roca firme de la Iglesia.
En el Evangelio de hoy, Jesús les pregunta a todos Sus discípulos quién es Él. El primero en contestar fue Pedro, quien le respondió: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Fue Pedro quien fue el primero en confesar esta verdad, el primero en dejarse influenciar por el Padre, tal como le dice Jesús, y fue por eso que el Señor decidió darle las llaves de la Iglesia y hacerlo líder de los apóstoles.
Dios en Su infinita bondad ha querido dejar todo establecido y que no sólo los apóstoles se beneficiaran de las enseñas y de la presencia de su Único Hijo, nuestro Señor Jesucristo, sino también todos los pueblos, y por muchas generaciones. Es así que, instituyendo la figura de Pedro, actualmente la figura del papa, y luego de este a los apóstoles, actualmente los obispos y los sacerdotes, nos da la oportunidad de tener pastores que nos guíen al Buen Pastor.
El salmo del día de hoy es uno de mis favoritos y creo que especialmente hoy el versículo 4 tiene mucha relación con el Evangelio. “Así, aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú estás conmigo. Tu vara y tu cayado me dan seguridad.” ¿De quién es la vara y el cayado? Obviamente de Jesús, pero in persona Christi son el papa, los obispos y los sacerdotes que nos ayudan y nos trasmiten la seguridad de Cristo a través de los sacramentos.
Hermanas, el día de hoy nos invito a orar por todos los pastores de la Iglesia, especialmente por el papa y los obispos, para que sean protegidos del enemigo y nos guíen siempre hacia nuestro Buen Pastor, el Hijo de Dios vivo.
// Clara Holeyfield vivió en su amado Perú hasta los 28 años, que fue cuando se mudó a Arizona con su esposo Samuel. Ambos, junto a su querido gato Tux, viven cada día tratando de llevar una vida agradable a los ojos de Dios. El rezo del Santo Rosario es un ejercicio que siempre tratan de realizar en su día a día. Clara disfruta de cocinar, hornear, pintar y ver películas cursis. La consagración a nuestra Madre María cambió su vida y la de su esposo.