“El padre reconoció que a esa misma hora Jesús le había dicho: 'Tu hijo ya está sano', y creyó con todos los de su casa.” (Juan 3, 53)
Cuando tenía apenas meses fui bautizada. Empecé mi larga (gracias a Dios) aventura en la Iglesia católica. Ir a Misa todos los domingos y rezar en las noches fue algo que mis padres me inculcaron. Siempre tuvimos cierto entendimiento que Dios es bueno y nos ama. Cuando llegué a la universidad, seguí practicando mi fe y poco a poco fui creciendo. Se puede decir que crecí con Jesús; somos compatriotas.
Leyendo el Evangelio me pegó, “Jesús mismo había declarado que a ningún profeta se le honra en su propia patria” (Juan 4, 43). Me dolió. “Seguramente eso no me incluye a mí”, pensaba. Me consolaba pensando que sólo dijo eso para una civilización en el medio oriente hace mucho tiempo. Seguí leyendo y Jesús dijo: "Si no ven ustedes signos y prodigios, no creen” (Juan 4, 48). Jesús no me estaba condenando con estas palabras, al revés, sentía como me hablaba casi rogando que creyera en Él. Me pedía que confiara en Su bondad.
Hermanas, muchas veces creo que podemos sentirnos heridas y pensar que Dios nos quiere castigar o, quizás peor, nos podemos escudar en la cotidianidad y pensar que Dios tiene planes mediocres para nuestras vidas. Pensamos que “ lo conocemos” o sabemos “como es la cosa”. Es bueno tener esa familiaridad con Jesús pero también debemos saber que “Esto (también) dice el Señor: "Voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva” (Isaías 65, 17). Él siempre está haciendo algo nuevo en nuestras vidas. No podemos dejar que poco a poco la rutina o pequeñas decepciones vayan carcomiendo nuestra esperanza.
Las invito hoy a consolar el corazón de Jesús de esta manera. Pídele a Jesús la gracia para tener un corazón que confía en Él plenamente. Que no perdamos esa habilidad de maravillar y quedar asombradas. Que estemos convencidas como el funcionario real cuyo hijo se sanó en el momento que Jesús lo dijo, y no por pura coincidencia. Él nos quiere dar esos milagros porque nos ama, no para probarse antes nosotras. No nos quedemos racionalizando o dejemos que pequeñas decepciones lo metan en una caja.
Jesús, en Ti confío. Ayúdame a tener una confianza audaz en Ti y en Tu bondad. Amén.
// Joanna nació en Venezuela y se crió en Miami donde aprendió a hablar “fluent Spanglish”. Conoció a sus dos mejores amigas, Santa Teresita de Jesús y Santa Faustina, durante una misión en Haití y desde ese entonces su vida cambió. Está sirviendo como misionera con NET Ireland. Para apoyarla en la misión haz click aquí(https://www.netministries.ie/missionaries/joanna-valencia).