“El Señor es mi pastor, nada me faltará. Tú mismo me preparas la mesa,
a despecho de mis adversarios;
me unges la cabeza con perfume
y llenas mi copa hasta los bordes.” (Salmo 23,1,5)
En este verso del salmo 23, no sólo experimentamos a un Dios cariñoso y atento a nuestras necesidades, sino también a un Dios poderoso, un Dios que no tiene rival y que, a despecho de nuestros adversarios, nos procura lo mejor de lo mejor.
En tiempos antiguos, se le ungía la cabeza solamente a personajes importantes y se le llenaba la copa hasta los bordes sólo a los mejores amigos y huéspedes. Cada bendición, alegría, muestra de cariño, o éxito alcanzado es un ejemplo de ese rebozar de la copa de nuestra vida. Pero cabe aún la pregunta: ¿Quiénes son mis adversarios? Si Dios está con todos y cada uno de nosotros, y a cada uno nos trata de esta misma manera, entonces ¿quién queda para ser adversario?
En los momentos de mi vida donde me he sentido dominada por el miedo, por la incertidumbre, por el dolor, por el abandono o por mi propio pecado, he tenido la asfixiante sensación de que estas cosas son más fuertes que yo… he caído en la cuenta de que estos son, sin duda, mis adversarios. Y al leer hoy este salmo, un río de consuelo, confianza, y alegría inunde mi corazón, pues es el mismísimo Dios quien me prepara la mesa a pesar y a despecho de esos adversarios. Me “unge la cabeza” porque soy importante para Él y “llena mi copa hasta los bordes” con las mil y un bendiciones de cada día.
No importa cuán arrasada pueda sentirme por estos adversarios (el miedo, la incertidumbre, el dolor, el abandono, mis propias faltas y errores, o cualquier otra cosa), Él, el dueño del universo, el que no tiene rival alguno, me tiene en Su banquete de amor. Yo puedo ser débil pero con Él nada me falta porque Él todo lo puede. Con Él, mis adversarios, no tienen la última palabra.
// Teresa Salmerón nació en la Ciudad de México, donde creció en una familia católica practicante y donde formó la suya propia. Ha tenido la oportunidad de vivir en varios países como Chile, Venezuela, México y Estados Unidos. Actualmente reside en Ohio, donde ha vivido desde hace 13 años y donde trabaja como traductora y maestra de español. Teresa tiene 3 hijos adultos a los que ama profundamente. Ha sido catequista y actualmente facilita un estudio bíblico de un grupo de mujeres de su parroquia. A Teresa le gusta mucho bailar, leer, cocinar y convivir con su familia y amigos; y se siente profundamente agradecida por el infinito amor de Dios.