Solemnidad la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María Lectionary: 689
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Primera lectura Gn 3, 9-15. 20
Después de que el hombre y la mujer comieron del fruto del árbol prohibido, el Señor Dios llamó al hombre y le preguntó: “¿Dónde estás?” Éste le respondió: “Oí tus pasos en el jardín; tuve miedo, porque estoy desnudo, y me escondí”. Entonces le dijo Dios: “¿Y quién te ha dicho que estabas desnudo? ¿Has comido acaso del árbol del que te prohibí comer?” Respondió Adán: “La mujer que me diste por compañera me ofreció del fruto del árbol y comí”. El Señor Dios dijo a la mujer: “¿Por qué has hecho esto?” Repuso la mujer: “La serpiente me engañó y comí”.
Entonces dijo el Señor Dios a la serpiente:
“Porque has hecho esto,
serás maldita entre todos los animales
y entre todas las bestias salvajes.
Te arrastrarás sobre tu vientre y comerás polvo
todos los días de tu vida.
Pondré enemistad entre ti y la mujer,
entre tu descendencia y la suya;
y su descendencia te aplastará la cabeza,
mientras tú tratarás de morder su talón”.
El hombre le puso a su mujer el nombre de “Eva”, porque ella fue la madre de todos los vivientes.
Salmo Responsorial Sal 97, 1. 2-3ab. 3bc-4
R. (1a) Cantemos al Señor un canto nuevo,
pues ha hecho maravillas.
Cantemos al Señor un canto nuevo,
pues ha hecho maravillas:
Su diestra y su santo brazo
le han dado la victoria.
R. Cantemos al Señor un canto nuevo,
pues ha hecho maravillas.
El Señor ha dado a conocer su victoria
y ha revelado a las naciones su justicia.
Una vez más ha demostrado Dios
su amor y su lealtad hacia Israel.
R. Cantemos al Señor un canto nuevo,
pues ha hecho maravillas.
La tierra entera ha contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Que todos los pueblos y naciones
aclamen con júbilo al Señor.
R. Cantemos al Señor un canto nuevo,
pues ha hecho maravillas.
Segunda lectura Ef 1, 3-6. 11-12
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en él
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió en Cristo, antes de crear el mundo,
para que fuéramos santos
e irreprochables a sus ojos, por el amor,
y determinó, porque así lo quiso,
que, por medio de Jesucristo, fuéramos sus hijos,
para que alabemos y glorifiquemos la gracia
con que nos ha favorecido por medio de su Hijo amado.
Con Cristo somos herederos también nosotros. Para esto estábamos destinados, por decisión del que lo hace todo según su voluntad: para que fuéramos una alabanza continua de su gloria, nosotros, los que ya antes esperábamos en Cristo.
Aclamación Antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Dios te salve, María, llena de gracia, el Señor está contigo,
bendita tú entre las mujeres.
R. Aleluya.
Evangelio Lc 1,26-38
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María.
Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir semejante saludo.
El ángel le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin”.
María le dijo entonces al ángel: “¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco virgen?” El ángel le contestó: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios. Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios”. María contestó: “Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho”. Y el ángel se retiró de su presencia.
Qué gran diferencia hay entre contestar con un «sí» o con un «no» a la llamada de Dios. Me duele recordar las veces que he sentido la llamada de Dios en mi alma pero la tentación de intentar mantener un control ha sido más fuerte que mi confianza en hacer lo que Dios me pedía. La verdad es que sin la gracia de Dios soy muy débil y mi deseo de quedarme en mi zona de confort se apodera de mí y gana.
No siempre pude oír la llamada de Dios con la claridad que ahora tengo. Primero estaba mi trabajo, después mi lista de quehaceres, mis hijos, mi esposo, mi familia, mis amistades, mis intereses personales y por último quedaba mi vida espiritual, si es que sobraba tiempo. Así es, hermana, le daba mis sobras a Dios mientras Él me lo daba todo.
Como se podrán imaginar, no es posible vivir una vida sólida, en paz y plena sin Dios. Al pasar el tiempo después de sufrir años de sequedad interior, poco a poco le fui diciendo que sí a la llamada de Dios.
Me sentía cansada, llevaba mucho tiempo sufriendo en silencio una soledad que me causaba mucho sufrimiento. Venía de recoger a mi hijo mayor de la escuela cuando de repente me sentí llamada a ir a la iglesia. Ya llevaba unos meses en el área donde vivía pero aún no había hecho el esfuerzo por ir. Como mis hijos estaban conmigo pensé que sería mejor regresar directo a la casa y seguir con la rutina del día. Pero la llamada que sentí se hizo más fuerte que no pude ignorarla. Se me ocurrieron muchos motivos por lo cual no era un buen momento. Y aunque mi resistencia fue grande, cedí de mala gana a manejar hacía la iglesia.
Al llegar, encontré la Iglesia vacía y no sabía qué esperar. Sintiéndome guida, encontré el camino hacía la rectoría. En la entrada estaba un señor y le pregunté si me podía ayudar a hacer una cita para hablar con un sacerdote. Me contestó que él era el pastor de la iglesia y que justo antes que yo entrara, le habían cancelado su cita de esa hora y estaba disponible para hablar conmigo. Hermana, mi conversación con el padre fue transformativa y gracias a ella empezó mi retorno a la iglesia, mi reconversión y mi sanación interior.
Mi «sí» no fue bien dado, ni fue libre de duda ni confusión, pero ese «sí» le bastó a Dios para conducirme hacia Él. Desde ese momento, he tratado de estar más alerta a escuchar la llamada de Dios en mi alma. Cuando dejo que Él me conduzca, los frutos son vastos y cuando me resisto, sufro el aislamiento de separarme de Él.
Aprovechemos esta Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María para pedirle a nuestra madre celestial que interceda por nosotras. Que a través de su intercesión, Dios nos conceda un corazón más como el de ella y que nos dé la gracia que necesitamos para contestar con un «sí» a la llamada que nos está haciendo Dios en nuestra vida.
¿Cuál es la llamada que Dios te está haciendo? “Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho”. (Lc 1,38)
Brenda Pineda reside en el sur de California con sus 3 hijos y su esposo. Es una Health y Life coach certificada. Actualmente por obra del Espíritu Santo trabaja para su Iglesia Parroquial. Sus pasiones incluyen el desarrollo personal y espiritual, la salud holística, y ayudar a los demás a encontrarse con ellos mismos y con Dios. Aparte de pasar tiempo de calidad con su familia (su lenguaje de amor), su pasatiempo favorito es compartir lo que Dios está obrando en la vida con una buena amiga mientras disfrutan una tazita de té.