“Crea en mí, Señor, un corazón puro” (Salmo 50, 12)
Cascadas de lagrimas corrían por mis ojos día tras día en mi hora santa. Había dejado mi vida en Nueva York, mis estudios, mis amigos, mis sueños, todo, por la esperanza de encontrar la Verdad.
Me fui a Roma a vivir en una comunidad donde pasabamos una hora por día en adoración frente a la Eucaristía, en silencio, sólo escuchándole a Él. Era un año en el que íbamos a estar sólo Él y yo, y para responder a todas las preguntas que agobiaban a mi mente sobre la fe. Pero ahora, tres meses después, lo único que había encontrado era el estado deplorable de mi alma. Así, día tras día, frente a Jesús, Él me iba mostrando todas las cosas horribles que había hecho, y las terribles consecuencias que mis acciones habían causado. Qué dolor era mirarme a mí misma de verdad por primera vez.
Cada dia que venia a orar era una tortura. Yo era una lata de veneno, y Él, con dulzura, abría un huequito en aquella lata y dejaba que esa substancia horrible de mi interior se derramara por el suelo. Entonces yo iba a confesarme y le entregué a Jesús mi interior podrido. Entonces, al salir, arrodillada frente a Su presencia viva, Su amor me llenó con una nueva luz restauradora que poquito a poquito me vaciaba de este veneno y me llenaba de agua viva.
Y así, después de varios meses frente a Él, vivo en la Eucaristía, me creó un corazón puro que pertenecía solamente a Él. El dolor dejó de oprimirme, y por fin viví en carne propia la verdadera alegría. Me mostró las mentiras que había creído durante toda mi vida, aquellos “tesoros” que habían acabado con mi alma.
Hermana, míralos bien. ¿Realmente son tan preciosos como piensas? ¿Estás dispuesta a dejar que Jesús los purifique? No tienes que hacerlo sola, solo dáselos a Él. Si estás lista, abre las manos y entrégaselos en el sacramento de la confesión. No hay dulzura y amor más grandes que el abrazo radiante que te espera en ese lugar.
“Crea en mí, Señor, un corazón puro” (Salmo 50, 12). Hoy llego a Ti, otra vez, con todos mis “tesoros" que pienso que me dan felicidad. Pero al venir frente a Ti, veo la verdad. Sólo Tú me puedes dar la alegría verdadera que anhelo. Amén.
// Natalia DuTeau fue una joven rebelde a quien Jesús conquistó y le cambió la vida. Ahora es una maestra licenciada convertida en mamá “homeschooler” (escuela en casa). Junto a su esposo Americano, intentan criar a sus 4 hijos bilingües y biculturales transmitiendoles la cultura latina viviendo en el norte de GA. Puedes encontrarla hablando en español mientras hace caminatas por el bosque con sus niños, tomando café (después de todo es colombiana), leyéndole a sus pequeños, bailando, o cantando y tocando guitarra.