La amistad es un regalo. Hasta las escrituras dicen que el que encuentra un buen amigo ha encontrado un tesoro (Eclesiástico 6, 14). Mantener una amistad requiere un compartimiento de sí mismo de cada persona. Requiere momentos en los que las dos personas comparten lo que está dentro de su corazón para poder crecer.
Jesús nos llama amigas y nos comparte todo lo que está dentro de su corazón por medio de las escrituras. Es en la Palabra de Dios donde una amistad íntima con Jesús se puede formar. Por eso la Palabra es tan importante en nuestras vidas. Sin ella no podemos conocer a Jesús o el amor de Dios. Y dentro de las escrituras se encuentra todo lo que puede cambiar nuestra vida. Puede disminuir el resentimiento o incluso animarte cuando estás espiritualmente estancada.
¿Cómo puede ser? Es porque la Palabra de Dios está viva, y cuando la escuchamos hace algo dentro de nosotras porque en donde está la Palabra de Dios está la presencia de Dios.
La verdad es que tantas veces he sentido que nada cambia al leer las escrituras, o al ir a misa, o al rezar, o al visitar al santísimo. Mis pensamientos se vuelven al pasado que no puedo cambiar y le pregunto a Dios, “¿Cómo me puedes llamar amiga si sigo igual?”
Pero al escuchar su Palabra en este día, Él responde con la verdad y me dice, “Mira a Moises como fue transformado por estar en mi presencia. Así también te estoy transformando cada vez que rezas, que estás frente a mi, vas a misa, y entras en mi Palabra. Créeme, no eres la misma persona que eras la semana pasada ni ayer porque cada vez que hablas conmigo y que oras para poder escucharme y hacer mi voluntad, te estoy haciendo nueva. Nunca eres la misma después de estar en mi presencia.”
Esta amistad que Jesús me ofrece es un tesoro y muchas veces me siento tan abrumada por esta verdad que sólo puedo llorar. Por eso, el evangelio de hoy me lleva a preguntarme y preguntarte a ti, amiga: ¿Cuánto darías por este tesoro de amistad con nuestro Señor? ¿Qué en tu vida darás o dejarás por obtener este tesoro?
// Claudia Rodriguez vive en Arizona trabajando como maestra en una escuela católica. En su tiempo libre la pueden encontrar en casa cocinando, escuchando libros de audio, o bailando en la cocina. Le encanta juntarse con sus amistades, jugar juegos, escribir, y escuchar música a todo volumen. Tiene pasión por las escrituras y el ministerio de oración y sanación. Dios es su fortaleza y sostén y la pueden encontrar en el santísimo en tiempo de gozo o de sufrimiento.