Lunes de la segunda semana de Adviento Lectionary: 181
Lee las lecturas en el sitio de USCCB.
Primera Lectura Is 35, 1-10
Esto dice el Señor:
“Regocíjate, yermo sediento.
Que se alegre el desierto y se cubra de flores,
que florezca como un campo de lirios,
que se alegre y dé gritos de júbilo,
porque le será dada la gloria del Líbano,
el esplendor del Carmelo y del Sarón.
Ellos verán la gloria del Señor,
el esplendor de nuestro Dios.
Fortalezcan las manos cansadas,
afiancen las rodillas vacilantes.
Digan a los de corazón apocado:
‘¡Ánimo! No teman.
He aquí que su Dios,
vengador y justiciero,
viene ya para salvarlos’.
Se iluminarán entonces los ojos de los ciegos
y los oídos de los sordos se abrirán.
Saltará como un venado el cojo
y la lengua del mudo cantará.
Brotarán aguas en el desierto
y correrán torrentes en la estepa.
El páramo se convertirá en estanque
y la tierra sedienta, en manantial.
En la guarida donde moran los chacales,
verdearán la caña y el papiro.
Habrá allí una calzada ancha,
que se llamará ‘Camino Santo’;
los impuros no la transitarán,
ni los necios vagarán por ella.
No habrá por ahí leones
ni se acercarán las fieras.
Por ella caminarán los redimidos.
Volverán a casa los rescatados por el Señor,
vendrán a Sión con cánticos de júbilo,
coronados de perpetua alegría;
serán su escolta el gozo y la dicha,
porque la pena y la aflicción habrán terminado’’.
Salmo Responsorial Salmo 84, 9ab-10. 11-12. 13-14
R. (Is 35, 4d) Nuestro Dios viene a salvarnos.
Escucharé las palabras del Señor,
palabras de paz para su pueblo santo.
Está ya cerca nuestra salvación
y la gloria del Señor habitará en la tierra.
R. Nuestro Dios viene a salvarnos.
La misericordia y la verdad se encontaron,
la justicia y la paz se besaron,
la fidelidad brotó en la tierra
y la justicia vino del cielo.
R. Nuestro Dios viene a salvarnos.
Cuando el Señor nos muestre su bondad,
nuestra tierra producirá su fruto.
La justicia le abrirá camino al Señor
e irá siguiendo sus pisadas.
R. Nuestro Dios viene a salvarnos.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Ya viene el rey, el Señor de la tierra;
él nos librará de nuestra esclavitud.
R. Aleluya.
Evangelio Lc 5, 17-26
Un día Jesús estaba enseñando y estaban también sentados ahí algunos fariseos y doctores de la ley, venidos de todas las aldeas de Galilea, de Judea y de Jerusalén. El poder del Señor estaba con él para que hiciera curaciones.
Llegaron unos hombres que traían en una camilla a un paralítico y trataban de entrar, para colocarlo delante de él; pero como no encontraban por dónde meterlo a causa de la muchedumbre, subieron al techo y por entre las tejas lo descolgaron en la camilla y se lo pusieron delante a Jesús. Cuando él vio la fe de aquellos hombres, dijo al paralítico: “Amigo mío, se te perdonan tus pecados”.
Entonces los escribas y fariseos comenzaron a pensar: “¿Quién es este individuo que así blasfema? ¿Quién, sino sólo Dios, puede perdonar los pecados?” Jesús, conociendo sus pensamientos, les replicó: “¿Qué están pensando? ¿Qué es más fácil decir: ‘Se te perdonan tus pecados’ o ‘Levántate y anda’? Pues para que vean que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados –dijo entonces al paralítico–: Yo te lo mando: levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”.
El paralítico se levantó inmediatamente, en presencia de todos, tomó la camilla donde había estado tendido y se fue a su casa glorificando a Dios. Todos quedaron atónitos y daban gloria a Dios, y llenos de temor, decían: “Hoy hemos visto maravillas”.
Confiar en el Señor nunca es tan fácil como debería ser. Puedo dar testimonio de esto por muchas experiencias personales, y estoy segura de que muchas de ustedes se sienten igual.
Cuando acudimos al Señor en oración con una petición, esperamos que la respuesta sea lo que queremos, lo que creemos que merecemos. Sin embargo, el Señor a menudo responde a nuestras oraciones de maneras inesperadas y, muchas veces, mejor de lo que nos imaginábamos. En el Evangelio de hoy, leemos acerca de los amigos de un paralítico que estaban desesperados por acercarlo al Señor. Ahora, no sabemos qué tipo de curación querían para su amigo, pero sí vemos que en su Misericordia, Jesús le regala a este hombre el perdón de sus pecados- el don de la curación espiritual. Luego va más allá y le regala al hombre paralítico la curación de su cuerpo también. Ahora, este hombre anteriormente quebrantado se renueva por completo, ¡física y espiritualmente!
Hermanas, el Señor siempre nos dará más de lo que nos merecemos. Puede que no siempre sepamos lo que eso significa aquí en la tierra, pero sabemos que el Señor es nuestro Padre y nosotras somos Sus hijas y Él siempre sabrá qué es lo mejor para nosotras. Él nos proveerá lo que necesitamos y más - más de lo que merecemos. Esto ya ha sido probado por Su muerte en la cruz, el regalo más grande y perfecto de todos. ¿Cómo no confiar en un Señor que ya nos ha demostrado cuánto nos ama?
Hermanas, mientras preparamos nuestros corazones durante esta temporada de Adviento, las invito a reflexionar acerca de cuáles áreas de tu vida el Señor te está llamando a confiar en Su voluntad para cada una de nosotras. Él nunca nos decepcionará.
Paola Wolaver nació en Venezuela y se crió en Miami, donde vivió hasta los 21 años. En el 2018 se mudó a Knoxville, TN para obtener su Maestría, y el Señor la mandó a quedarse y hacer su vida ahí. Logró realizar su sueño de trabajar para la Iglesia y sirvió en el ministerio de jóvenes adultos por dos años al nivel diocesano. Después del nacimiento de su hijo este año, Paola cambió de carrera y ahora trabaja en la universidad de Tennessee, más sigue voluntaria con el ministerio de jóvenes adultos. Paola ama ser mamá a Roy, esposa de Ty, e hija del Señor. En su tiempo libre, le encanta ir a juegos de béisbol, cocinar, y disfrutar de tiempo con su familia. Su santa elegida es Santa Teresita de Jesús, y le tiene un amor especial a San Juan XXIII y a San Juda.