LECTURAS DE HOY
“Ahora ustedes están tristes, pero yo los volveré a ver, se alegrará su corazón y nadie podrá quitarles su alegría…” (Jn 16, 23)
Las palabras de Jesús en el Evangelio de hoy me inundan de una paz nueva. Me dan mucho ánimo y esperanza porque aunque una vida unida a Cristo no se ve liberada de sufrimiento, como vemos en el testimonio de Pablo, Él promete estar con nosotras. Promete transformar nuestra tristeza en alegría.
Estoy muy agradecida por mi comunidad de jóvenes adultos en mi parroquia, la considero un gran regalo de parte de Dios. Hace poco, estuvimos hablando sobre crecer en virtud en nuestras vidas y en cuál de ellas Dios nos está llamando a crecer y practicar. Y vi que para mí era la de la esperanza.
¿Qué es la esperanza? Según el Catecismo (1817), “La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo.”
Es que muchas veces me encuentro corriendo y corriendo, tratando de hacer mil cosas sin parar, distraída con mil preocupaciones, pensando que lo puedo hacer todo yo sola. Y si estoy siendo honesta, a veces me cuesta confiar que estoy en las manos de Dios y que Él se cuidará de mí y de todo, y que Él transformará mi tristeza en alegría. No siempre en mi día a día tengo presente que estoy hecha para el cielo y que este mundo, con tanto su belleza como su sufrimiento, al final es pasajero.
El Evangelio de hoy me invita a elegir libremente la esperanza en medio del sufrimiento y a mantener fija la mirada en Él. Hermanas, que reconozcamos nuestra pequeñez ante Dios, nuestra necesidad de pedir la esperanza, la fe, y el amor. No tenemos nada que temer, Jesús está con nosotras. Volverá a nosotras, y entonces nuestra tristeza se convertirá en alegría.
Te invito a rezar conmigo una oración de Carlos de Foucauld:
Padre, me pongo en tus manos.
Haz de mí lo que quieras,
sea lo que sea,
te doy las gracias.
Estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo,
con tal de que Tu voluntad se cumpla en mí
y en todas tus criaturas.
No deseo nada más, Padre.
Te confío mi alma,
te la doy
con todo el amor de que soy capaz,
porque te amo y necesito darme,
ponerme en tus manos,
con infinita confianza,
porque Tú eres mi Padre.
Ashleigh Ladner es hermana, amiga, madrina, tía, y profesora de secundaria, y sobre todo, hija amada de Dios. Después de unos años viviendo en España, ha vuelto a sus raíces en New Orleans, Louisiana. Le encanta viajar y conocer lugares nuevos, leer, un buen espresso, y los girasoles, y sus modelos a seguir en la vida incluyen santa María Magdalena, san Ignacio de Loyola, san Juan Evangelista, y santa Teresa de Jesús.
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