Yo soy una planeadora. Siempre estoy haciendo una nueva lista de qué necesito comprar, de qué tengo que hacer, de qué tengo que llevar a cierto lugar. Mi esposo…no es así. Entonces se puede imaginar lo difícil que sería cambiar todo después de casarme para someterme a él. Confiar tanto en él, que va a hacer las cosas por mi bien y por el bien de nuestra familia. De eso, que me parecía tan claro y obvio el día de mi boda, ya empezaba a tener dudas.
Tenía planeado todo un fin de semana. Y él tenía pensado algo más. Empezamos a discutir un poco, mi esposo y yo, y minutos después, vi en Instagram una cuenta de mujeres y esposas tradicionales. Dios me dio ahí el recordatorio que necesitaba: “someterse a su marido.”
Ya sabía que iba a ser difícil…para los dos. Somos tercos. Pero Dios nos creó para más.
En la lectura de hoy, escuchamos de los judios guiados por Moisés. Cuando vieron al faraón y a los egipcios acercándose, tenían miedo y dudaron completamente de Moisés y de Dios. Pero Dios los salvó…otra vez. Escuchamos también de los escribas y fariseos pidiéndole a Jesús una señal de su poder.
Hace cinco años, le había dicho a mi novio (ahora mi esposo) que una vida tradicional nunca iba a ser para mi. Que yo no iba a quedarme en casa a cuidar a los niños y que él me iba a ayudar en todo de la casa 50/50. Que yo iba a ser independiente todavía después de que nos casáramos. Y él no me presionó, simplemente lo dejó a Dios. Yo dudé del plan que Dios tenía para mi como mujer. Pero poco a poco me empezó a mostrar como podría ser la vida así. Y me gustó. Me dio paz.
Tengo muchísimo que aprender todavía y no va a ser fácil. Pero no necesito una señal prodigiosa para saber que el plan de Dios es maravilloso. No necesito eso cuando una y otra vez Dios ha cumplido con su palabra con los judios, con Jonás, conmigo. Cuando ha mostrado una y otra vez que su plan es lo mejor para todos…y tengo ese recordatorio cada vez que miro un crucifijo, cada vez que leo su palabra, y cada domingo en la Eucaristía.
Jacqueline Sevier es de Tyrone, GA. Es esposa, cantante, e hija amada de Dios. Aunque creció en escuelas Católicas, no fue hasta finales de su tiempo en universidad que tuvo una conversión de corazón, y empezó a redirigir su vida hacia Dios. Jackie ayuda con el grupo de jóvenes de su parroquia y en la dirección del coro, donde conoció a su esposo, David. En su tiempo libre, le gusta sentarse en un café tomándose un cafecito, cocinar con su esposo, comer tacos, y cantar (siempre).