“Todo lo considero una pérdida y lo tengo por basura, para ganar a Cristo y vivir unido a él” (Filipenses 3, 8-9)
Recuerdo claramente leyendo el Evangelio de hoy y pensando que seguramente Jesús no dijo, “"He venido a traer fuego a la tierra, ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y cómo me angustio mientras llega! ¿Piensan acaso que he venido a traer paz a la tierra? De ningún modo. No he venido a traer la paz, sino la división” (Lucas 12, 49-51). Para mí, Jesús no iba a traer discordia o división. Siempre había escuchado que el enemigo era quien traía esas cosas; en cambio, Papá Dios era amor. Eventualmente, tuve que llegar a la conclusión que yo era la que no estaba entendiendo bien las cosas.
Después de un tiempo de oración, sentía que el Señor me recordaba una vez más que le estaba poniendo en una caja. Yo no sólo le estaba diciendo qué podía o no podía amar sino también cómo tenía que amar. Después, Él me recordó de una línea de C.S. Lewis en El león, la bruja y el ropero. Cuando hablaban sobre el personaje del león Aslan, que está basado en Jesucristo, decían, “¡Por supuesto que es peligroso! Pero es bueno. Es el rey, les aseguro”. La idea de traer división y no tener paz me aterraba pero el Rey Jesús es quien dice que es: amor. El amor hecho encarnado que es tan bueno como celoso. Él nos ama tanto que no nos dejará con corazones divididos.
La aclamación antes del Evangelio pone las palabras de Jesús en perspectiva: “Todo lo considero una pérdida y lo tengo por basura, para ganar a Cristo y vivir unido a él” (Filipenses 3, 8-9). No es que Jesús venga a traer discordia por gusto, sino que Él viene a ganarse nuestros corazones y no le importa el costo. Tú, hermana, no tienes costo en sus ojos. Jesús no se quedará callado para que nadie se ofenda ni dejará que las olas de la vida te saboteen. Él viene a pelear con un amor feroz por cada una de nosotras, pase lo que pase, incluso división. Él desea que el mundo arda con esa llama de amor.
Ahora, cuando leo este Evangelio no me siento como si el Señor estuviera hablando fuera de carácter. Sé que Jesús mismo, el Hombre que amo más que cualquier otra persona en el mundo, está prometiendo que peleará por mi corazón sin importar el costo y me llama a hacer lo mismo. Su amor es como una llama de fuego, no la podemos contener.
Santa Juana de Arco, ora por nosotras.
// Joanna nació en Venezuela y se crió en Miami donde aprendió a hablar “fluent Spanglish”. Conoció a sus dos mejores amigas, Santa Teresita de Jesús y Santa Faustina, durante una misión en Haití y desde ese entonces su vida cambió. Próximamente, va a servir como misionera con NET Ireland. Para apoyarla en la misión haz click aquí (https://www.netministries.ie/missionaries/joanna-valencia).