Desde este domingo pasado escuchamos palabras como las del evangelio de hoy, “Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor; yo las conozco y ellas me siguen” (Juan 10,27).
En la primera lectura de hoy, los discípulos van a predicar a partes donde la gente todavía no había escuchado el mensaje de la Pasión y Resurrección de Jesús. Pero cuando los discípulos predican el Evangelio las personas oyen la voz de Jesús por medio de ellos y deciden seguirlo. Y después de predicarles el Evangelio los discípulos no los dejan solos, sino que vienen a vivir con ellos para conocerlos y enseñarles sobre Jesús.
Vivimos en una cultura donde escuchar la voz de Dios no es fácil pero tampoco es imposible. Algo que he aprendido este año al enseñar Historia a mis estudiantes de sexto grado es que las distracciones que nos impiden escuchar la voz de Dios y seguirlo siempre han existido. Cada época nos ha llevado al centro de la batalla donde tenemos que pelear para poder conocer, escuchar, y discernir la voz de Dios en nuestra vida.
Siento que en estas lecturas hay una exhortación hacia todos nosotros que nos decimos ser cristianos. Esa exhortación es de ir y predicar a los corazones que tienen sed y hambre de lo que no perdura para que sepan que Dios los conoce. Porque lo más importante que podemos llegar a entender en esta vida es cuanto Dios nos ama, cuanto Él nos conoce. Mi vida ha cambiado porque sé que hay un Dios que quiere tener una amistad profunda conmigo. Una amistad única que no se puede comparar con la amistad que otra persona tiene con Él. Pero yo no llegué a esta realización sola. Fue por medio de otros que habían caminado antes de mi, que habían escuchado la voz de Dios, que eran conocidos de Él, que decidieron seguirlo, y que predicaron su testimonio por medio del Evangelio.
Hoy te pregunto, ¿de qué manera y a quien quiere Dios que des testimonio de quien es El en tu vida?
Claudia Rodriguez vive en Arizona trabajando como maestra en una escuela Católica. En su tiempo libre la pueden encontrar en casa cocinando, escuchando libros de audio, o bailando en la cocina. Le encanta juntarse con sus amistades, jugar juegos, escribir, y escuchar música a todo volumen. Tiene pasión por las escrituras y el ministerio de oración y sanación. Dios es su fortaleza y sostén y la pueden encontrar en el santísimo en tiempo de gozo o de sufrimiento.
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