Dios habla el lenguaje del corazón. Escogió a un humilde pastor, Moisés, para liberar a Su pueblo de la esclavitud, a pesar de que Moisés no creía que era suficiente para este rol. Dios conoce nuestras intenciones y nuestros corazones y revela Su corazón a aquellos corazones que son sencillos y humildes a lo que Él les está pidiendo: “…has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla” (Mt 11, 25). No escoge a las personas perfectas o las que el mundo escogería, sino escoge a las personas que tienen buenos corazones (1 Sam 16, 7).
Como un padre en mi diócesis ha señalado, no es necesario ser la persona más brillante para ser un santo, sino que todos tenemos la habilidad de hacer grandes cosas para el Reino de Dios:
“Cada uno de nosotros tiene la capacidad de ser un gran santo. Entre más insignificantes nos hagamos, más disponibles seremos a la receptividad de lo que Dios quiere, de lo que Dios está haciendo … Él no nos hizo para ser intelectuales, Él nos hizo para relacionarnos con Él y con los demás, Él nos hizo para ser Sus amigos” (Padre Searby, Holiness for the Working Day Podcast: The Tip of the Spear 14:40-53; 15:25-32).
Cuando alineamos nuestros corazones al Sagrado Corazón de Jesús, no hay que tener miedo o ansiedad de lo que Él nos está pidiendo ni a lo que nos está llamando a ser. Como Moisés podría haber tenido dudas o miedo de su gran responsabilidad en su humanidad, él se da cuenta que, es Dios Él que protege, guía y revela Su plan. Escuchemos los latidos de Su Sagrado Corazón y liberemos al mundo con Su amor.
Alexandra Geigel vive en Centreville, Virginia y tiene padres de Guatemala y Puerto Rico. Estudia español en la universidad y es líder de un grupo de estudio bíblico para mujeres universitarias. Le encanta leer la Biblia, escribir historias, tocar su ukelele y ver películas con su familia.