Estas palabras de la primera lectura de hoy me recuerdan a una conversación que tuve con un sacerdote el año pasado. En agosto del 2022 me mudé de Phoenix a Chicago para servir como voluntaria jesuita en una escuela católica. Me mudé sin tener familia en Illinois, pero me fui con mucha fe de que Dios iba a dirigir mis pasos. En ese tiempo, yo sólo conocía a una sola persona y a los dos meses de estar en Chicago esta persona ya no era parte de mi vida.
Recuerdo que el sacerdote me dijo, “No temes que Dios te haya traído hasta Chicago para dejarte sola. No te dejará sola. Él hará algo más grande en ti.”
Al pasar el tiempo Dios me bendijo con tanto apoyo de amigos, quienes en ese tiempo apenas había conocido. Me sentía tan querida y apoyada. Muy rápidamente conocí a más gente genuina a la cual comencé a apreciar mucho. Durante estos meses dediqué más tiempo a un programa voluntario. Sentía el amor de Dios por medio de mis estudiantes, compañeros de trabajo, y otros amigos. Me sentía tan realizada por la vida cotidiana.
Dios me siguió bendiciendo al pasar del tiempo. En marzo, al lado de una amiga, Dios me dio la oportunidad de ser una coordinadora de un grupo de hispanos católicos. De nuevo me sentí amada y usada como instrumento de Dios. Y las bendiciones no pararon ahí. En abril me di cuenta de que me habían aceptado a un programa de maestría. Más aún, había recibido una beca para estudiar teológica y ministros hispanos.
Por lo tanto, me di cuenta de que Dios no me llamó a caminar por el desierto para fracasar, sino para triunfar.
Igual que los Israelitas, Dios nos llama al pasar por el desierto para lograr mucho más de lo que nosotras anticipamos. Déjate llevar, hermana.
// Fernanda Balderrama nació en Phoenix, Arizona. Ahora está empezando su maestría en teología en Chicago, Illinois donde es coordinadora de una comunidad de jóvenes hispanos conocida como Iskali. A Fer le gusta pasar su tiempo en adoración eucarística, conociendo nuevos lugares con sus amigos, y jugando con sus sobrinos.