“Estaba desahogando mi alma ante el Señor”. (1 Samuel 1, 16)
La temporada navideña ha terminado y, para mí, es fácil sentir una sensación de decepción: mis familiares visitantes se han ido, las excusas para las delicias han pasado, la rutina ha vuelto a la normalidad. Las distracciones divertidas se acabaron.
Este también es un momento para nuevos comienzos. Siempre me ha encantado la idea de los propósitos de año nuevo. Lo que pasa con las resoluciones es que para tomar una buena resolución tengo que dejar de lado las distracciones y reflexionar sobre lo que necesita cambiar en mi vida, a la luz de lo que más importa en mi vida.
Para mí, esta es la parte más desafiante de la oración: no llenar el espacio, ni siquiera con cosas buenas, y dejar tiempo para el silencio y para llevar el alma ante Dios. Tengo miedo del silencio, si soy honesta, porque no sé qué emociones no sentidas o apegos no saludables quedan.
Hermanas, para este año las desafío a todas a hacer espacio para este silencio. Este año, aunque sea por dos minutos al día, deja algo de tiempo para ser como Ana, completamente cruda y honesta ante Dios, y dándole espacio para responder. Les recuerdo, como me recuerdo a mí misma, que tenemos un Dios grande y Él puede manejar nuestros grandes sentimientos. No hay nada en mí que Él no sepa ya, pero Él quiere que le dé permiso libremente para entrar en esos espacios.
Espíritu Santo, enséñanos a orar. Danos el coraje y la confianza que necesitamos en Tu gran Amor por nosotras.
// Christy Vaissade creció en Brooklyn, Nueva York, hija de padres inmigrantes de la República Dominicana. Ha sido el deseo personal de Christy traer a otros a conocer la misericordia y el amor de Dios que ha cambiado y está cambiando su vida desde la joven edad de trece años. Christy es maestra de teología de secundaria, catequista, y cantora en su parroquia local. Ella y su esposo, Michael, viven en Nueva Jersey con su cachorro Pembroke Welsh Corgi, Daisy. Le encanta cocinar, ir al gimnasio, y pasar tiempo con sus sobrinos y ahijados.