“Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado los misterios del Reino a la gente sencilla” (Mateo 11, 25)
Hoy celebramos la Memoria de los Santos Timoteo y Tito. Ambos hombres fueron seguidores fieles de Jesús y recibieron su formación del apóstol San Pablo. San Pablo fue su profesor y también formó una gran amistad con ambos obispos; incluso llegó a llamarlos hijos (2 Timoteo 1, 2 & Titus 1, 4).
Cuando yo era más joven y escuchaba que la Iglesia estaba celebrando las vidas de unos santos, siempre los veía como figuras históricas poco relevantes para mi vida. Ahora me doy cuenta de que en todas estas celebraciones la Iglesia nos ofrece una invitación para reflexionar en cómo estas vidas ejemplares son relevantes a las nuestras.
Lo que me llama más la atención de estos santos lo puedo resumir en una palabra: amistad. En la segunda carta que escribió San Pablo a Timoteo, revela la profunda amistad que tienen. Dice: “No puedo olvidar tus lágrimas al despedirnos y anhelo volver a verte para llenarme de alegría, pues recuerdo tu fe sincera, esa fe que tuvieron tu abuela Loida y tu madre Eunice, y que estoy seguro que también tienes tú” (2 Timoteo 1, 4-5). Es decir, San Pablo no sólo compartió profundamente con él, sino con su familia completa. La relación que tenían no era simplemente de negocios; ambos hombres constantemente rezaban uno por el otro y se querían profundamente (2 Timoteo 1, 3). Este tipo de amistad, una que es profunda y que nos santifica, es lo que el Señor quiere para nosotras.
Hermanas, hoy las invito a reflexionar sobre quien Jesús ha puesto en tu vida. Quizás pienses que estás “muy grande” para buscar amigas, o quizás amistades en el pasado te han herido. El Señor quiere redimir eso. Él quiere que vivas en comunidad. Si sirves en algún ministerio parroquial te invito a que le preguntes al Espíritu Santo, ¿Hay una persona a quien le puedo ofrecer mi amistad? Si ya tienes comunidad, dale gracias a Dios por eso. Jesús dice en el Evangelio de hoy, “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado los misterios del Reino a la gente sencilla” (Mateo 11, 25). Tú y yo somos “la gente sencilla.” Tenemos ese regalo y estamos llamadas a compartirlo y caminar juntas hacia el Reino.
// Joanna nació en Venezuela y se crió en Miami donde aprendió a hablar “fluent Spanglish”. Conoció a sus dos mejores amigas, Santa Teresita de Jesús y Santa Faustina, durante una misión en Haití y desde ese entonces su vida cambió. Próximamente, va a servir como misionera con NET Ireland. Para apoyarla en la misión haz click aquí (https://www.netministries.ie/missionaries/joanna-valencia).