Jesús mío, ¿qué quieres decirme con estas palabras? ¿Realmente las comprendo y las vivo?
Me asombra el frío de los corazones de los fariseos, tan dispuestos a juzgar y condenar a los demás, incluso al mismo Jesús. Pero si soy sincera conmigo misma, yo también soy capaz de hacer exactamente lo mismo. ¿Cuántas veces juzgo al otro sin intentar comprenderlo? ¿Tengo un corazón dispuesto a amar como Jesús?
Hoy en el evangelio Jesús nos pone delante una elección fundamental. Nos invita a entrar en lo más profundo de nosotras para mirar la disposición de nuestro corazón. ¿Elegimos juzgar al prójimo según nuestros propios criterios o según lo que la sociedad dice que es correcto o no, o elegimos amar y acercarnos a nuestro prójimo al igual que Jesús?
Pienso en los encuentros tan tiernos de Jesús con los hijos de Israel… los leprosos, los ciegos, los pecadores… los que la sociedad veía como impuros e indignos… rotos y sin remedio. Precisamente a éstos Jesús vino a llamar y a santificar, los que tenían la humildad de reconocerse como pequeños y necesitados de ser bañados en los inmensos océanos de misericordia de nuestro Dios. Por eso estamos llamadas a mirar a los demás como Jesús los mira, a amarlos como Jesús los ama, encontrándonos con ellos donde están pero con una invitación tierna a levantarse de allí (“Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más.” Jn 8, 11) También hay que tener misericordia y paciencia con nosotras mismas, hermana.
Como nos dice el Papa Francisco, “La Iglesia no está en el mundo para condenar, sino para permitir el encuentro con ese amor visceral que es la misericordia de Dios. Para que eso suceda, es necesario salir. Salir de las iglesias y de las parroquias, salir e ir a buscar a las personas allí donde viven, donde sufren, donde esperan.” (“El Nombre de Dios es Misericordia”)
Hoy Jesús nos da una misión de amor. Si vivimos amando, buscaremos hacer lo que agrada a nuestro Amado. ¡Ánimo, hermana!
Ashleigh Ladner es hermana, amiga, madrina, tía, y profesora de secundaria, y sobre todo, hija amada de Dios. Después de unos años viviendo en España, ha vuelto a sus raíces en New Orleans, Louisiana. Le encanta viajar y conocer lugares nuevos, leer, un buen espresso, y los girasoles, y sus modelos a seguir en la vida incluyen santa María Magdalena, san Ignacio de Loyola, san Juan Evangelista, y santa Teresa de Jesús.