“Sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo… los amó hasta el extremo.” (Jn 13, 1)
Crecí en una sociedad que me enseñaba a centrarme en mí misma. Mi juventud fue la supervivencia del más apto en todos los sentidos, quién sacó la calificación más alta en la clase, quién se portó mejor, quién es el mejor atleta, quién es la más bonita de todas, quién baila mejor, quién tiene más chicos enamorados de ella. Bueno, mi vida era una competencia constante, en la que al final solo me sentía como una perdedora. Yo definitivamente no era la mejor en todo. Pero entonces, me esforzaba más por ser más perfecta, solo para sentirme vacía, cansada e insuficiente. Un día, me di cuenta de que en realidad estaba en una competencia imposible, y simplemente decidí dejar de competir. Entonces dejé de arreglarme para no tener que ser la más bonita, dejé de estudiar para no tener que ser la más inteligente, y me resigné a ser mediocre. Era más fácil no tratar y fallar que esforzarme y no lograrlo.
En este Evangelio, Jesús nos presenta una percepción del mundo completamente radical, en la cual volvernos servidores de los demás. En la superficie parece que Jesús nos llama a actuar en oposición a nuestra naturaleza. ¿Por qué será que Jesús nos llama a volvernos servidores? Esta fue la pregunta que me hice por mucho tiempo. En ese entonces, aún no había comprendido la profundidad del servicio. Pero meditando en este pasaje, un día las palabras que me hablaron fueron que Jesús, “los amó hasta el extremo”. Ahí comencé a reflexionar en el sentido del amor verdadero y de qué manera estaba conectado con el servicio. Esto me llevó a los escritos del Santo Papa Juan Pablo II sobre la teología del cuerpo, donde descubrí que el amor significa entregarse completamente a los otros. En la encíclica Mulieris Dignitatem, el papa explica que como seres humanos debemos realizarnos como personas, encontrar el propósito de nuestra vida, y en esto llegar a la felicidad plena. Pero él nos explica que esto “no puede llevarse a cabo si no es «en la entrega sincera de sí mismo a los demás»”. Por eso, Jesús, antes de morir “los amó hasta el extremo” volviéndose su servidor. Él quería enseñarnos que jamás viviremos una vida plena si no aprendemos a amar verdaderamente; es decir, servir y entregar nuestra vida por los otros. Él vino para mostrarnos el sentido del verdadero amor, y dar su vida para que nosotros podamos vivirlo.
Pero entonces, muchas veces descubro lo difícil que es para mí servir a los otros. Mi carácter es naturalmente egoísta y siempre quiero beneficiarme a mí misma. Pero ésta es la alegría del triduo pascual. Mañana morirá Jesús, y yo puedo pedirle que mueran esas partes de mi que les cuesta servir. Cuando estas partes mueran con Jesús, el domingo resucitaré con Él, y será más posible para mí volverme servidora de los otros. Hermana, ¿en qué áreas de tu vida te cuesta servir? ¿De qué formas todavía no estás lista para dejar tu comodidad para ayudar al otro? Ofrécele estas cosas a nuestro Señor, pídele que muera mañana con Él. De esta forma podremos resucitar un paso más cerca a la plenitud de nuestra humanidad: poder amar hasta el extremo.
Natalia DuTeau fue una joven rebelde a quien Jesús conquistó y le cambió la vida. Ahora es una maestra licenciada convertida en mamá “homeschooler” (escuela en casa). Junto a su esposo Americano, intentan criar a sus 4 hijos bilingües y biculturales transmitiendoles la cultura latina viviendo en el norte de GA. Puedes encontrarla hablando en español mientras hace caminatas por el bosque con sus niños, tomando café (después de todo es colombiana), leyéndole a sus pequeños, bailando, o cantando y tocando guitarra.