Hace unos días, mi esposo y yo celebramos once años de matrimonio. Me acuerdo como una adulta joven, recién devuelta de México después de unos años como misionera, pensando que iba a ser muy fácil encontrar a un hombre bueno con quien casarme. Pero Dios tenía otros planes.
Después de salir con varias personas, tomar unas decisiones no muy prudentes, y pasar una década entera, todavía no había encontrado al indicado. Dios quiso refinar mi corazón y utilizar varias experiencias de vida para hacerme aprender y madurar.
Por fin, a los 31 años, conocí a mi esposo. Pero hubo un pequeño problema. Él vivía en Perú y yo en EEUU. Pero no hay ningún obstáculo que Dios no pueda vencer y eso me demostró a través de todo el proceso de conocer, enamorarme y casarme con mi esposo.
Ahora estamos viviendo la Pascua de nuestras vidas. Ambos hemos sufrido bastante y Dios quiso bendecirnos con nuestra vida juntos. Aunque no siempre es fácil, gozamos de cinco hijos preciosos y un amor que crece con los años. Siento que estamos viviendo el salmo de hoy: “Nos colmaste, Señor… que tu amor preparó para los pobres. Bendito sea el Señor, día tras día, que nos lleve en sus alas y nos salve.”
Dios es siempre bueno. No siempre obra en el momento que quisiéramos. No siempre nos manda exactamente lo que buscamos. Pero sabe nuestras necesidades y nuestros corazones y nos manda lo que es mejor para cada uno. Y por eso escojo siempre decir “¡Bendito sea el Señor!”
Tami Urcia es miembro de una familia católica muy grande. Ella y su esposo peruano tienen cinco hijos pequeños y viven en Michigan. Durante su juventud, Tami pasó unos años como misionera en México y ha trabajado para la Iglesia casi toda su vida en diferentes capacidades. Ahora disfruta de un cambio de ambiente en una clínica médica cristiana. Ha sido traductora por más de 20 años.
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