Al leer estas líneas del Evangelio de hoy, sólo puedo pensar en cuán ciegas las personas podemos llegar a ser cuando permitimos que nuestras ideas preconcebidas tomen el timón de nuestro pensamiento y nos impidan ver la grandeza de Dios.
Jesús deseaba sanar la mano de aquella persona. Y con ello, quería derribar el obstáculo que le impedía gozar de tantas otras posibilidades.
Dios sabe que hay partes de nosotras que necesitan sanar: partes físicas o partes emocionales, traumas, conflictos, confusiones, inseguridades. Él sabe cuánto necesitamos que esa parte de nuestro ser se rehabilite para funcionar mejor en la vida. Pero a veces, nuestra limitación humana le pone peros a esa curación. Nuestra mente quiere imponerle límites de cómo y cuándo, sin darnos cuenta de que la fantástica creatividad de Dios rebasa todos los límites preconcebidos. Aquellos fariseos, en el afán de hacer cumplir una regla, pasaron por alto la razón misma de la regla: la cercanía con Dios, que cura y restablece.
Hermanas, confiemos en que Jesús desea sanarnos, a eso vino al mundo, a rescatarnos de todo aquello que nos impida vivir plenamente. No cambiemos lo más por lo menos, invitémosle a actuar en nuestra vida, confiándole el cómo y cuándo. Que sepamos que Su creatividad y Su amor no tienen límites y por ello, dejémosle sorprendernos.
// Teresa Salmerón nació en la Ciudad de México, donde creció en una familia católica practicante y donde formó la suya propia. Ha tenido la oportunidad de vivir en varios países como Chile, Venezuela, México y Estados Unidos. Actualmente reside en Ohio, donde ha vivido desde hace 12 años y donde trabaja como traductora y maestra de español. Teresa tiene 3 hijos adultos a los que ama profundamente. Ha sido catequista y actualmente facilita un estudio bíblico de un grupo de mujeres de su parroquia. A Teresa le gusta mucho bailar, leer, cocinar y convivir con su familia y amigos; y se siente profundamente agradecida por el infinito amor de Dios.