El servidor en esta parábola muestra la duplicidad de nuestros corazones humanos: esperamos la misericordia de Dios cuando fallamos, pero nos cuesta perdonar a aquellos que nos han herido. Cuando alguien nos debe algo o nos ha maltratado, decepcionado o abusado, no es nuestro primer instinto perdonar a esta persona; queremos justicia, y a veces con mucha razón. No obstante, para obtener verdadera curación y crecimiento, se necesita la misericordia.
Cada vez en el sacramento de la reconciliación, declaramos remordimiento por nuestros pecados y Jesús nos perdona y restaura nuestra relación con Él. Si tenemos corazones sinceros cuando nos confesamos, Él siempre nos perdona inmediatamente y se olvida de nuestros pecados.
A veces no es tan fácil para nosotras perdonar inmediatamente. O a veces alguien que nos ha herido quizás nunca nos pedirá perdón por lo que ha hecho, pero, ¿vale la pena vivir encadenado a la cárcel de resentimiento? ¿O debemos imitar a Jesús? No es fácil, pero es más difícil crecer espiritualmente, emocionalmente, y personalmente si nunca tratamos de extender la misericordia de Dios a los que nos rodean. Quizás, ya no es posible restaurar alguna relación ni sería sano hablarle a alguien que nos haya maltratado, pero todas, todas, podemos perdonar en nuestros corazones a través de la oración y mejorar nuestras vidas.
¿Nuestros vecinos merecen misericordia? Según el mundo, quizás no. Pero ¿nosotras merecemos la misericordia que Dios siempre nos extiende? No, no la merecemos, pero la necesitamos. Siempre vamos a cometer errores, pero para curar nuestros corazones y relaciones, necesitamos vivir en Su misericordia y ser instrumentos de ella. No somos el rey, somos servidoras. Hoy, imitemos la misericordia del Rey.
// Alexandra Geigel vive en Centreville, Virginia y tiene padres de Guatemala y Puerto Rico. Estudia español en la universidad y es líder de un grupo de estudio bíblico para mujeres universitarias. Le encanta leer la Biblia, escribir historias y tocar su ukelele. Lo más importante para ella es su fe católica y quiere que todas las personas conozcan el Corazón de Jesús a través de una relación personal con Él y devoción a la Eucaristía.