Como mamá puedo identificarme con la imagen del parto que ofrece San Pablo en la lectura de hoy. El sufrimiento del embarazo y el parto no era nada comparado con la alegría de traer nueva vida al mundo.
Nuestra hija mayor y adoptiva a veces dice que nació para hacer el luto. Cuando era niña, su mamá biológica murió, la llevaron a un centro de desnutrición desde donde la llevamos a vivir con nosotros. Aunque todavía vivíamos en Guatemala, ella ya no estaba rodeada de su gente, su idioma o su cultura. Cuando tenía casi cinco años abandonamos su tierra natal. Un año después su hermana de 18 años, a quien estaba muy apegada, se fue a la universidad, hecho que desencadenó su herida primaria de abandono. Y durante los últimos meses nuestra familia ha lamentado la muerte de su hermano. No es de extrañar que nuestra hija sienta que su copa de sufrimiento está llena.
Hermanas, como dice Jesús en Juan 16,33, en este mundo siempre habrá sufrimiento.
Pero las lecturas de hoy prometen que nuestros sufrimientos aquí no pueden compararse con la gloria que será revelada. ¿Y dónde estará la gloria? ¡En nosotras!
¡Imagínate! ¡Toda la creación espera con una esperanza segura la gloria de Dios que brillará en nosotras!
El sufrimiento en este mundo es inevitable, pero no fuimos creadas para hacer el luto. ¡Fuimos creadas para brillar con la gloria de las hijas de Dios y convertirnos en causa de regocijo para toda la creación!
Hermana, te invito ahorita a ofrecer esta oración a Dios:
Oh Señor Dios, pongo toda mi esperanza en Ti.
Espero por Tu gracia el perdón de todos mis pecados
y después de la vida aquí para obtener la felicidad eterna,
porque has prometido que eres infinitamente poderoso, fiel, amable, y misericordioso.
Con esta esperanza pretendo vivir y morir. Amén.
// Lani Bogart escribe desde Houston, TX, donde su esposo, sus cuatro hijos e hijas mayores y sus nueve nietos la aman tiernamente. Le encanta preparar buena comida, tocar las cuerdas del arpa.Ella prefiere sus flores frescas y sus velas con llamas vivas.