Hoy celebramos a un gran santo: San Vicente de Paul. Una de las razones porque me gusta tanto San Vicente es porque era muy práctico. Fue sacerdote y dio su vida todos los días por su rebaño. Siendo párroco de una comunidad pobre, tenía en su corazón querer ayudar a las personas con necesidades materiales.
Cuando no sabemos dónde empezar o cómo mejor amar a los menos afortunados, San Vicente nos dice “Amemos a Dios, hermanos míos, pero amémoslo a nuestra costa, con el trabajo de nuestros brazos, con el sudor de nuestra rostro.” (Vatican News).
En muchos lugares de los Estados Unidos hay organizaciones de San Vicente que siguen este legado al pie de la letra. Bien sea haciendo sándwiches para los hambrientos o empacando cajas de primeros auxilios para países en crisis, esta organización mundial es un ejemplo de las manos y los brazos de Jesús.
En el salmo responsorial de hoy decimos, “Miren lo que ha hecho por nosotros, denle gracias de todo corazón y con sus obras bendigan el rey eterno.” (Tobit 13, 7) Sirviendo a los menos afortunados es una de las obras de caridad que podemos hacer para exaltar el nombre del Señor.
Hermanas, para celebrar este gran santo, las invito a servir a los menos afortunados con “el sudor de su rostro”. Si necesitas ayuda conectándote con la Sociedad de San Vicente de Paul, intenta acceder a su página web aquí.
San Vicente de Paul, ruega por nosotras.
// Joanna nació en Venezuela y se crió en Miami donde aprendió a hablar “fluent Spanglish”. Conoció a sus dos mejores amigas, Santa Teresita de Jesús y Santa Faustina, durante una misión en Haití y desde ese entonces su vida cambió. Próximamente, va a servir como misionera con NET Ireland. Para apoyarla en la misión haz click aquí (https://www.netministries.ie/missionaries/joanna-valencia).