Estuvimos en la Antigua, Guatemala durante la Semana Santa. Asistimos a una procesión en la que las mujeres llevaban una enorme plataforma de madera llamada un anda. En lo alto del anda había un cordero en primer plano y una imagen de María en el centro. Detrás de ella había dos columnas y una entrada que representaba un templo. María lloraba profusamente y la expresión de su rostro era de confusión, como si no pudiera comprender su sufrimiento.
Mirando a las mujeres llevar el anda, parecía como si fuera una sola cosa con ellas. Quedó atrapado en su lucha y dolor. Con pasos coreografiados, acompañados de tambores y trompetas, doblaban las rodillas y se balanceaban hasta que parecía que iban a ser aplastadas por el peso que llevaban. Luego retrocedieron unos metros antes de levantar el anda más alto y ponerse de pie, avanzando de nuevo. Mientras miraba, me perdí pensando en el sufrimiento y la lucha de las mujeres por todo el mundo. Lloré por las mujeres que han perdido a sus hijos, o cuyos hijos están encarcelados, las mujeres cuyos familiares han muerto de hambre o en la guerra, las mujeres que son esclavas en sus propios hogares, las mujeres de todas partes que no pueden comprender su sufrimiento actual. Lloré cuando se inclinaron bajo el peso y respiré aliviada cuando se levantaron y siguieron avanzando.
Más tarde supe que la escena que habíamos presenciado mostraba la historia de cómo María perdió a Jesús durante tres días antes de encontrarlo en el templo. Aunque María no lo entendía en ese momento, Dios usaba el incidente para prepararla, fortaleciendo su fe en la capacidad de su Hijo. Escuchar y obedecer la voz de su Padre.
Meditar los dolores de María, particularmente la pérdida de su Hijo en Jerusalén y lo que sufrió al pie de la cruz, me trae un profundo consuelo.
Ruego, querida hermana, que puedas llegar a conocer la esperanza que irradia en María, una esperanza que está anclada en la muerte y resurrección de su Hijo.
// Casada en 1976, Lani Bogart fue recibida en plena comunión con la Iglesia católica con su esposo diácono, el Domingo de Gaudete de 1996. Recientemente se mudó de Phoenix a Houston, donde su familia le brinda una alegría inexpresable y continúa enseñándole la importancia de conocer y amar a Jesús. Lani se deleita con las flores, la música y las risas de familiares y amigos.