Memoria de San Juan de la Cruz, presbítero y doctor de la Iglesia Lectionary: 189
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Primera lectura Is 45, 6-8. 18. 21-25
“Yo soy el Señor y no hay otro.
Yo soy el artífice de la luz
y el creador de las tinieblas,
el autor de la felicidad y el hacedor de la desgracia;
yo, el Señor, hago todo esto.
Dejen, cielos, caer su rocío
y que las nubes lluevan la justicia;
que la tierra se abra y haga germinar la salvación
y que brote juntamente la justicia.
Yo, el Señor, he creado todo esto”.
Esto dice el Señor,
el que creó los cielos,
el mismo Dios que plasmó y consolidó la tierra;
él no la hizo para que quedara vacía,
sino para que fuera habitada:
“Yo soy el Señor y no hay otro.
¿Quién fue el que anunció esto desde antiguo?
¿Quién lo predijo entonces?
¿No fui yo, el Señor?
Fuera de mí no hay otro Dios.
Soy un Dios justo y salvador
y no hay otro fuera de mí.
Vuélvanse a mí y serán salvados,
pueblos todos de la tierra,
porque yo soy Dios y no hay otro.
Lo juro por mí mismo,
de mi boca sale la verdad,
las palabras irrevocables:
ante mí se doblará toda rodilla
y por mí jurará toda lengua, diciendo:
‘Sólo el Señor es justo y poderoso’.
A él se volverán avergonzados
todos los que lo combatían con rabia.
Gracias al Señor, triunfarán gloriosamente
todos los descendientes de Israel’’.
Salmo Responsorial Salmo 84, 9ab-10. 11-12. 13-14
R. ¡Dejen, cielos, caer su rocío y que las nubes lluevan al justo!
Escucharé las palabras del Señor,
palabras de paz para su pueblo santo.
Está ya cerca nuestra salvación
y la gloria del Señor habitará en la tierra. R.
R. ¡Dejen, cielos, caer su rocío y que las nubes lluevan al justo!
La misericordia y la verdad se encuentran,
la justicia y la paz se besaron,
la fidelidad brotó en la tierra
y la justicia vino del cielo. R.
R. ¡Dejen, cielos, caer su rocío y que las nubes lluevan al justo!
Cuando el Señor nos muestre su bondad,
nuestra tierra producirá su fruto.
La justicia le abrirá camino al Señor
e irá siguiendo sus pisadas. R.
R. ¡Dejen, cielos, caer su rocío y que las nubes lluevan al justo!
Aclamación Antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Levanta tu voz para anunciar la buena nueva:
ya viene el Señor, nuestro Dios, con todo su poder.
R. Aleluya.
Evangelio Lc 7, 19-23
En aquel tiempo, Juan envió a dos de sus discípulos a preguntar a Jesús: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?” Cuando llegaron a donde estaba Jesús, le dijeron: “Juan el Bautista nos ha mandado a preguntarte si eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro”.
En aquel momento, Jesús curó a muchos de varias enfermedades y dolencias y de espíritus malignos, y a muchos ciegos les concedió la vista. Después contestó a los enviados: “Vayan a contarle a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio. Dichoso el que no se escandalice de mí”.
Mis oraciones han cambiado mucho últimamente. Claro, siempre sabía muy bien pedirle a Dios por algo que quería (qué fácil, ¿no?). Eventualmente aprendí a decirle gracias al Señor, tanto por lo bueno como por lo que no era tan bueno.
Pero tomó mucho tiempo para que aprendiera lo que me había faltado en mis oraciones. No es simplemente dar gracias. Nuestro Dios es grande, poderoso, justo, misericordioso. Y Él se merece todo el honor, toda la gloria. Cuando empecé a incorporar todo esto en mis oraciones, más profunda empezó a ser mi relación con Dios.
Dios ha hecho tanto en mi vida. Me ha cambiado el corazón por completo. Llevó luz a mi vida. Me dio todo de Él. Me dio un amor que a veces todavía me cuesta entender. Claro, si Jesus curó a los enfermos, si dio vista a los ciegos, ¿Qué hay que no puede hacer para ti, hermana? Él quiere una relación contigo en la oración porque te ama. Porque te quiere sanar el corazón. Porque te quiere dar vida.
Me ha costado muchísimo aprender a orar – crear una relación con Dios. Una relación tal cual como las que tengo con mis amigos, con mi novio, con mi familia. Una relación con un Dios que está vivo. Que está aquí siempre con nosotros. Un Dios que es grande, poderoso, y misericordioso.
Toma tiempo hoy para alabar al Señor. Sea con palabras, con música, o con acciones. Reflexiona en la grandeza, el poder, la misericordia, el abundante amor que es nuestro Dios.
Jacqueline Sevier es de Tyrone, GA. Está esperando, con mucha emoción, su boda el año que viene. Aunque creció en escuelas católicas, no fue hasta finales de su tiempo en universidad que tuvo una conversión de corazón, y empezó a redirigir su vida hacia Dios. Es cantante y canta en el coro de su parroquia, donde conoció a su futuro esposo. Ha aprendido mucho de la comunidad hispana de su parroquia, que apenas empezó a conocer cuando conoció a su novio. En su tiempo libre, le gusta sentarse en un café tomando un cafecito, cocinar con su novio, comer tacos, y cantar (siempre).