Alguna vez te ha pasado que se te amontonan tantas cosas en la cabeza que sientes que vas a explotar? Yo los llamo mis “momentos volcán”. Las dificultades, malentendidos, lloraderas, chillidos, y cosas rotas de la vida se van acumulando y acumulando. La “magma” hierve más y más caliente hasta que todo arroja como lava de un volcán.
Me acuerdo de uno de esos momentos en específico cuando estaba en el hospital con mi hijo pequeño. Se le había abierto el apéndice y estaba sufriendo de infección tras infección. Ya llevamos casi dos meses con lo mismo y no mejoraba. Y para colmo, rehusaba tomar su medicamento porque el sabor era asqueroso. Como mamá en mi tercer trimestre con otro bebé, y con tantas preocupaciones, ya no pude más. Empecé a llorar desesperadamente y no pude parar.
Después de calmarme, me acuerdo de haber rezado, “Dios, ya no puedo más. No te pido que me dés la fuerza, sino que Tú seas mi fuerza. Porque sólo Tú puedes.”
Capaz otros han llegado a un momento volcán semejante. Estamos en medio de la cuaresma y a veces sentimos que simplemente no podemos más. En el Evangelio de hoy dice, “Trataron entonces de capturarlo, pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora.” Todavía no había llegado la hora para Jesús, y quizá no ha llegado nuestra hora tampoco, pero siempre es hora para orar y confiar, orar y confiar, pidiéndole a Jesús que sea nuestra fortaleza.
Tami Urcia es miembro de una familia católica muy grande. Ella y su esposo Peruano tienen cinco hijos pequeños y viven en Michigan. Durante su juventud, Tami pasó unos años como misionera en México y ha trabajado para la Iglesia casi toda su vida en diferentes capacidades. Ahora disfruta de un cambio de ambiente en una clínica médica cristiana. Ha sido traductora por más de 20 años.