Memoria Opcional de San Juan Diego Cuauhtatoatzin Lectionary: 689A
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Primera lectura 1 Cor 1, 26-31
Hermanos: Consideren que entre ustedes, los que han sido llamados por Dios, no hay muchos sabios, ni muchos poderosos, ni muchos nobles, según los criterios humanos. Pues Dios ha elegido a los ignorantes de este mundo, para humillar a los sabios; a los débiles del mundo, para avergonzar a los fuertes; a los insignificantes y despreciados del mundo, es decir, a los que no valen nada, para reducir a la nada a los que valen; de manera que nadie pueda presumir delante de Dios.
En efecto, por obra de Dios, ustedes están injertados en Cristo Jesús, a quien Dios hizo nuestra sabiduría, nuestra justicia, nuestra santificación y nuestra redención. Por lo tanto, como dice la Escritura: El que se gloría, que se gloríe en el Señor.
Salmo Responsorial Del Salmo 130
Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos, soberbios;
grandezas que superan mis alcances
ni de lejos pretendo.
R. Dame, Señor, la paz junto a ti.
Estoy, Señor, por lo contrario,
tranquilo y en silencio,
como un niño recién alimentado,
en los brazos maternas.
R. Dame, Señor, la paz junto a ti.
Que igual en el Señor esperen,
los hijos de Israel, ahora y por siempre.
R. Dame, Señor, la paz junto a ti.
Aclamación Antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque has revelado los misterios del Reino
a la gente sencilla.
R. Aleluya.
Evangelio Mt 11, 25-30
En aquel tiempo, Jesús exclamó: “¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien.
El Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el Padre; nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga y yo les daré alivio. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga, ligera’’.
Hoy la Iglesia celebra a San Juan Diego Cuauhtlatoatzin y las lecturas utilizadas en honor de este memorial siempre me han recordado de tantas personas que conocí en mi niñez y adolescencia. Viví mi vida entre la ciudad de Nueva York durante el año escolar y luego yendo al campo de la República Dominicana todos los veranos. Fue una vida de contrastes en muchos sentidos, pero lo más impresionante fue el de la fe. Conocí a tantas personas sencillas y humildes en el campo que no sabían leer o que tenían muy poca educación. Recuerdo sentándome con ellos en las mecedoras en la terraza de la casa de mis abuelos, escuchando la sabiduría y comprensión de la vida que compartían tranquilamente; estas enseñanzas están conmigo hasta el día de hoy. Por el contrario, cuando estaba en la ciudad con personas brillantes según este mundo, veía cuanto luchaban con el escepticismo y la desconfianza. Es una lucha en mi propio corazón.
En este día pienso en aquellos fieles campesinos: mis abuelos, sus vecinos, la gente de la Iglesia en ese pueblo pequeño, y pienso en San Juan Diego, que simplemente creyó lo que le dijo Nuestra Señora, y pido su intercesión para que el Señor transforme mi tendencia al escepticismo y la duda. Quiero decir sinceramente con el salmista “Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos soberbios”.
Christy Vaissade creció en Brooklyn, Nueva York, hija de padres inmigrantes de la República Dominicana. Ha sido el deseo personal de Christy traer a otros a conocer la misericordia y el amor de Dios que ha cambiado y está cambiando su vida desde la joven edad de trece años. Christy es maestra de teología de secundaria, catequista, y cantora en su parroquia local. Ella y su esposo, Michael, viven en Nueva Jersey con su cachorro Pembroke Welsh Corgi, Daisy. Le encanta cocinar, ir al gimnasio, y pasar tiempo con sus sobrinos y ahijados.