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La lectura de hoy nos habla de un hombre que por 38 años permaneció enfermo. Sin embargo, el hombre no perdió la esperanza de ser curado aún cuando no le era posible a él solo sumergirse en el agua.
Qué fe tan grande la de ese hombre, aunque tal vez un poco desubicada ya que el hombre creía que era el agua lo que podría sanarlo. Y también sólo dependía de sí mismo para poder lograr su propia sanación.
Hace 10 años mi doctora me dijo que mi azúcar estaba elevada y me dio un diagnóstico de diabetes. Me recetó unas pastillas y me dijo que tendría que ver a una nutricionista para aprender a comer de manera que controlara el azúcar. Para mi fue un shock ya que también me dijo que no había ninguna cura para la diabetes y que tendría esta enfermedad para el resto de mi vida. No podía aceptarlo a un inicio y después de seguir sus instrucciones y hacer unos cambios de vida empecé a llenarme de fe que si podría encontrar una manera de curarme.
Empecé una búsqueda larga de diferentes remedios, dietas, personas especializadas y diferentes tratamientos, pero entre toda mi búsqueda nunca se me ocurrió acudir a Dios para que me ayudara. No pensé en ir al Maestro Sanador, el Todopoderoso que todo lo puede sanar con sólo una mirada. Sólo dependía de mí misma para encontrar esa cura que me evadía para sanarme.
Hace unos meses asistí a un evento de sanación donde recibí oración y aunque yo no les hablé de la condición de diabetes, la mujer que rezó por mí le pidió a Jesús que me sanara mi problema de azúcar. Sentí en ese momento que Dios siempre está conmigo, sentí su gran amor por mi y que Él sabe todas mis necesidades hasta de esa condición con la que no acudí a Él.
Todavía estoy en proceso de sanación pero ya no dependo de mí para encontrarla. Tengo muy claro que con Dios todo me es posible. Y mientras sigue siendo muy importante llevar una dieta saludable, hacer ejercicios y tomar los medicamentos necesarios, lo más importante es mantenerme dependiente de Jesús. Todo lo que hago se lo entregó a Él.
Jesús en Ti deposito toda mi confianza y mi fe.
Brenda Pineda reside en el sur de California con sus 3 hijos y su esposo. Es una Health y Life coach certificada. Actualmente por obra del Espíritu Santo trabaja para su Iglesia Parroquial. Sus pasiones incluyen el desarrollo personal y espiritual, la salud holística, y ayudar a los demás a encontrarse con ellos mismos y con Dios. Aparte de pasar tiempo de calidad con su familia (su lenguaje de amor), su pasatiempo favorito es compartir lo que Dios está obrando en la vida con una buena amiga mientras disfrutan una tazita de té.