¿A quién no amas? ¿Hay alguna persona que te amarga, que te ha herido mucho o que te ha ofendido? ¿Hay alguien a quien no has perdonado?
Jesús nos pide que hagamos lo contracultural de amar a nuestros enemigos: “Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian” (Mt 5, 44).
Suena fácil, pero cuando alguien nos ha herido, traicionado o maltratado, es muy, muy difícil; primero perdonarlo, pero aún más difícil amarlo y querer su bien. Hemos oído estas palabras de Jesús muchas veces, pero ¿de verdad las escuchamos y las vivimos? ¿En nuestras familias? ¿En nuestras amistades? ¿En nuestros países?
En una cultura que promueve la división, el resentimiento y la envidia, tenemos que examinar nuestros corazones, pensamientos y acciones. Es fácil enojarnos con nuestros “enemigos” y no hablarles por mucho tiempo o tratar de olvidar las heridas que tenemos, pero guardar odio y resentimiento no nos hace mejores, ni cambia a las personas que nos han herido.
Sólo Jesús puede ablandar nuestros corazones para poder empezar a perdonar a otros y restaurar nuestras relaciones. Necesitamos entrar en oración y pedirle a Él que nos enseñe nuestros errores, que nos sane, que nos dé paciencia, humildad y amor, y que convierta los corazones de nuestros “enemigos” o perseguidores.
Jesús nos muestra perfectamente en Su Pasión y Muerte lo que es amar a los enemigos sin reserva, amando a Judas, a los que le perseguían y a todos los pecadores: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34). Imitemos Su ejemplo.
Alexandra Geigel vive en Centreville, Virginia y tiene padres de Guatemala y Puerto Rico. Estudia español en la universidad y es líder de un grupo de estudio bíblico para mujeres universitarias. Le encanta leer la Biblia, escribir historias, tocar su ukelele y ver películas con su familia.