Cuentan mis padres que cuando al fin pudieron comprar la casa en la que viven hoy, se sentaron cerca de una ventana para poder apreciar lo que acababan de hacer.
Los dos crecieron en familias a las que no les sobraba el dinero y siempre se habían tenido que esforzar para ayudarse unos a otros, pero hoy en este día se encontraban en su casa nueva. Habían trabajado muchísimo para poder llegar a este lugar y al ver tras la venta se acordaban de cómo sólo unos años atrás, esta realidad se sentía tan imposible.
Cuenta mi mamá que en su asombro mi papá le dijo, “Espero que nunca nos acostumbremos a esta vista.”
Recuerdo de niña parar la historia para preguntarles por qué él había dicho eso y mi mamá me lo explicó. Me dijo que con las distracciones de la vida tendemos a acostumbrarnos a las cosas buenas que nos pasan y a olvidarnos de ser agradecidos. Cuando las bendiciones de nuestras vidas ya no nos asombran, dejamos de verlas como regalos de Dios.
Hace varios años ya que no soy niña, pero esa conversación siempre se queda cerca de mi.
Al leer el evangelio de hoy, me acuerdo de esa lección y pienso en qué fácil es en realidad acostumbrarse a las bendiciones de Dios hasta el punto de ya no verlas o de pensar que las merecemos. Las ciudades de Corozaín y de Betsaida habían tenido la dicha de que Jesús mismo caminó entre ellos e hizo milagros, pero dejaron que su asombro se convirtiera en indiferencia.
Tal vez tanta gente lo platicó que se volvió el chisme común. Tal vez tantas personas lo cuestionaron que las personas que lo habían creído se desilusionaron. No sé qué fue exactamente lo que pasó pero Jesús es directo en las escrituras, que se les da más responsabilidad a aquellos que han sido testigos de la bondad de Dios que a los que no lo han hecho.
Hoy al meditar en estas lecturas, me pongo a pensar en todos las bendiciones que Dios me ha dado, en todos los milagros que me ha regalado, y en todas las veces en que ha respondido mis oraciones. Sin duda Jesús ha estado presente en mi vida y en luz del evangelio le pido la gracia para siempre poder mantenerme agradecida, para no perder el asombro, y para correr hacia su misericordia cada vez que le falle. Te invito a que tú también tomes un momento hoy para recordar la bondad de Jesús en tu vida y para practicar agradecimiento y alumbramiento de Él.
Airam Gonzalez es originalmente de El Paso, TX pero ha vivido en Gilbert, AZ por los últimos 8 años. Ella creció en una casa bilingüe en una familia de 7 personas y aunque siempre ha sido católica no fue hasta después de terminar la universidad que en realidad tuvo una conversión y se acercó a la iglesia. Hoy trabaja en una iglesia en Chandler, AZ con el Ministerio de Jóvenes y en su tiempo libre le gusta hacer manualidades especialmente tejer y hacer joyería. También participa en varios ministerios de Música en el área de Phoenix y le gusta componer canciones.