Y los amas, como me amas a mi.
En este mismo momento, haz una pausa y mira hacia el cielo. Imagina la grandeza de Dios y cómo incluso este momento de tu vida es tan importante para Él. Toma una respiración profunda. Inhala. Exhala. Recibe el amor del Padre. Recibe Su presencia.
El deseo de Cristo es que seamos uno con el Padre de la misma manera que Él es uno con El Padre. Jesús siempre nos acerca a Su Padre, nuestro Padre.
¿Has pensado en tu relación con Dios recientemente? ¿Cómo te acercas a Él? ¿Corres hacia el Padre Dios? ¿Caminas con Jesús, nuestro Salvador, o estás en una época de tu vida en la que te mueves con el Espíritu?
Tenemos un Dios que nos ama tanto que se pone a nuestra disposición en la forma que lo necesitamos. Mientras reflexiono sobre mi humanidad y todas las formas en que me he quedado corta, no soy digna de la forma en que Cristo responde por mí. Él se preocupa por mí tan ferozmente que no tengo otro deseo que permanecer así de cerca de Él. Dios ve mis pecados, mi soledad, mis luchas y mis defectos. Él ve cuando no actúo con caridad hacia mi esposo o cuando soy impaciente con mis hijos. Me ve agarrando mi teléfono antes de recoger mi Biblia. Él ve cuando estoy estresada porque me apoyo en mis propios planes. Y sin embargo, Él me desea.
En la traducción al inglés de esta escritura, Cristo le dice al Padre que somos Su regalo para Él. Hermana, eres un regalo. El Señor desea la unidad contigo. Cristo desea que el amor del Padre, el mismo amor que está en Él, esté en ti y en mí. Mi deseo es que en donde quiera que estés y en cada circunstancia, sientas el amor del Señor en ti.
Padre Nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.
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