“En ese momento, sus discípulos se acordaron de lo que estaba escrito: El celo de tu casa me devora” (Juan 2, 17)
Recuerdo la primera vez que oí hablar de esta fiesta sintiéndome tan desconectada de ella. Me ha encantado celebrar las fiestas de los santos desde mi niñez y las muchas fiestas patronales y carnavales de toda la República Dominicana en mi adolescencia. Me encanta ese aspecto de nuestra fe. Tantas celebraciones hermosas, pero la dedicación de “alguna iglesia antigua” en Italia me parecía extraña. No fue hasta que estudié e hice una peregrinación a Italia que llegué a apreciar lo maravilloso que es este día.
Desde el momento en que nuestro Señor ascendió al cielo, los cristianos estuvieron en la situación difícil de querer compartir el Evangelio con el mundo, aun siendo perseguidos en todo el mundo. En el año 313 BC Dios respondió a las oraciones de tantos cristianos cuando Constantino legalizó el cristianismo en el imperio romano y así los cristianos pudieron practicar su fe abiertamente. A la primera oportunidad, ¿qué hicieron nuestros antepasados nobles? Comenzaron a construir una iglesia para reunirse a celebrar los sacramentos y ser un signo de la Iglesia universal para todo el mundo. Esa fue la Basílica de San Juan de Letrán, que es la madre de todas las iglesias del mundo.
¿Qué tiene esto que ver contigo y conmigo hoy? ¿Qué nos está diciendo el Señor? Me hace ver la necesidad de orar por mis hermanos y hermanas católicos de todo el mundo que practican la fe en un estado de persecución. No aparecen en las noticias todos los días y no reciben premios públicos, pero saber que hay hombres y mujeres fieles que pasan por más de lo que yo jamás experimentaré por su amor al Señor y Su Iglesia es a la vez inspirador y humillante.
Esta fiesta también me hace ver la necesidad de apreciar el don de la Iglesia: nuestras parroquias físicas, pero también la comunidad local que Dios nos ha encomendado y confiado. Es fácil ver todo lo que se puede mejorar, los defectos de carácter, etc., pero un día como este nos recuerda que debemos detenernos con gratitud por lo que tenemos en nuestra parroquia y comprometernos a hacer nuestra parte dentro de esta comunidad.
Por último, este es un día maravilloso para regocijarnos de ser parte del Cuerpo místico de Cristo. No sólo estamos hoy en una asombrosa comunión con todos los católicos de la tierra, sino también con toda la Iglesia en el purgatorio y en el cielo. Son parte de nuestra ascendencia espiritual y presente. ¡Qué alegría tan grande!
¡Señor, aumenta en mí el celo y la alegría por Tu casa!
// Christy Vaissade creció en Brooklyn, Nueva York, hija de padres inmigrantes de la República Dominicana. Ha sido el deseo personal de Christy traer a otros a conocer la misericordia y el amor de Dios que ha cambiado y está cambiando su vida desde la joven edad de trece años. Christy es maestra de teología de secundaria, catequista, y cantora en su parroquia local. Ella y su esposo, Michael, viven en Nueva Jersey con su cachorro Pembroke Welsh Corgi, Daisy. Le encanta cocinar, ir al gimnasio, y pasar tiempo con sus sobrinos y ahijados.