Yo nunca he tenido un jardín. No sé cuánto esperar para que una planta dé fruto o cuánta agua necesita. Lo más cercano que he tenido a un jardín es una suculenta en la esquina de mi cuarto. Sin embargo, he podido ver como mi mamá cuida de las flores que le regala mi padre. Mi madre intuye cuando las plantas deben ser cortadas y cuando necesitan más agua. Su cuidado gentil hace que, como de manera misteriosa, florezca el ramo.
A primera vista, el evangelio de hoy puede sonar muy fuerte, como que si no llegamos a cierto nivel de perfección seremos echadas “fuera, como al sarmiento, (que) se seca; luego lo recogen, lo arrojan al fuego y arde” (Juan 15, 6), pero no es así. La verdad es que Jesús nos dice esto, no porque Él quiere que esto nos ocurra, sino porque Él sabe que si no estamos conectadas a Él y al cuidado del Padre, esto nos pasará.
Para Él, no es un misterio. Papá Dios, nuestro Jardinero Divino, sabe cuando necesitamos más disciplina, misericordia, amor o paz. Él sabe en qué circunstancias tenemos que estar para dar fruto y cuándo tiene que podar partes de nuestras vidas para que podamos seguir creciendo aún más. Así, de la misma manera imperceptible que un ramo florece, tenemos la oportunidad de crecer en virtud y amor al prójimo. Cuando permanecemos en relación con Él, conectadas a la Vid y en las manos cuidadosas de nuestro Padre, nuestras almas se convierten en tierra fértil.
Sólo de esta manera, como los racimos de flores de mi mamá, podremos dar fruto y brotar con vida.
Joanna Valencia nació en Venezuela y se crió en Miami donde aprendió a hablar “fluent Spanglish”. Le encanta la belleza y es dueña de una tienda de prendas católicas llamada Jésed & Company (https://www.jesedandco.com). Conoció a sus dos mejores amigas, Santa Teresita de Jesús y Santa Faustina, durante una misión en Haití y desde ese entonces su vida cambió. Próximamente, va a servir como misionera con NET Ireland. Para apoyarla en la misión haz click aquí (https://www.netministries.ie/missionaries/joanna-valencia).