Viernes de la XVII semana del Tiempo ordinario
Lectionary: 405/607
Primera lectura
Diles, pues: 'Esto dice el Señor: Si no me obedecen, ni cumplen la ley que he dado, ni escuchan las palabras de mis siervos, los profetas, que sin cesar les he enviado y a quienes ustedes no han escuchado, entonces yo trataré a este templo como al de Siló y haré que esta ciudad sirva de escarmiento para todos los pueblos de la tierra' ".
Los sacerdotes, los profetas y el pueblo oyeron a Jeremías pronunciar estas palabras en el templo del Señor. Y cuando él terminó de decir cuanto el Señor le había mandado, los sacerdotes y los profetas lo apresaron, diciéndole al pueblo: "Este hombre debe morir, porque ha profetizado en nombre del Señor que este templo será como el de Siló y que esta ciudad será destruida y quedará deshabitada". Entonces la gente se amotinó contra Jeremías en el templo del Señor.
Salmo Responsorial
Son más que mis cabellos los que me odian
sin tener un motivo
y más fuertes que yo los que pretenden
con sus calumnias acabar conmigo.
Lo que yo no robé,
¿acaso tengo yo que restituirlo?
R. Escúchanos, Señor, conforme a tu clemencia.
Por ti he sufrido injurias
y la vergüenza cubre mi semblante.
Extraño soy y advenedizo,
aun para aquellos de mi propia sangre;
pues me devora el celo de tu casa,
el odio del que te odia, en mí recae.
R. Escúchanos, Señor, conforme a tu clemencia.
A ti, Señor elevo mi plegaria,
ven en mi ayuda pronto;
escúchame conforme a tu clemencia,
Dios fiel en el socorro.
R. Escúchanos, Señor, conforme a tu clemencia.
Aclamación antes del Evangelio
La palabra de Dios permanece para siempre.
Y ésa es la palabra que se les ha anunciado.
R. Aleluya.
Evangelio
Entonces, Jesús les dijo: "Un profeta no es despreciado más que en su patria y en su casa". Y no hizo muchos milagros allí por la incredulidad de ellos.
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“A ti, Señor elevo mi plegaria, ven en mi ayuda pronto; escúchame conforme a tu clemencia, Dios fiel en el socorro.” // Salmo 85
“¿Me dejas que rece contigo?”, me preguntó mi colega de trabajo de repente en medio de una conversación en la que le abrí mi corazón sobre una situación que me estaba pesando mucho.
“Sí, por supuesto, me encantaría”, le respondí, un poco nerviosa.
Así que allí en mi salón de clase en el poquito de tiempo que disponíamos durante el cambio de clases, las dos rezamos juntas. Ella pidió que Dios me cuidase y que me mandase el Espíritu Santo para iluminarme en el discernimiento, para hacer Su voluntad y que todo, pase lo que pase, sea para Su gloria.
Me sentía tan querida, era justo lo que necesitaba en ese momento. Y me quedé admirada de su valentía de rezar conmigo en voz alta cuando, en ese momento, aún no nos conocíamos tan bien como ahora. Su disponibilidad alegre de invitar a que Jesús entrase en aquel sufrimiento me dio mucho ánimo y paz, y me hizo sentir sostenida en la oración.
Como cristianas, en esta sociedad tan complicada y adversa en la que vivimos, en la que pronunciar el nombre de Jesucristo en un lugar público puede llevar consecuencias, es normal que nos pongamos tímidas a veces. En general nos puede resultar difícil compartir nuestra fe, la verdad, con los demás cuando la sociedad dice que cada uno tiene su propia verdad, y que es mejor callarse que correr el riesgo de ofender a los demás.
Mira a Jeremías, amenazado de muerte por proclamar lo que le fue revelado por Dios. Mira al salmista David, perseguido y odiado por causa de su fe. Y mira a Jesús, despreciado y finalmente crucificado por enseñar sobre el reino de Dios y al hacer tantos milagros, curando a los enfermos y transformando corazones con Su amor.
Que nuestra respuesta no sea perder la esperanza y rendirnos. Este mundo necesita la presencia y sanación de Jesús más que nunca. Te invito a que reces por alguien que lo necesita, con él o ella presencialmente o en el silencio de tu corazón. Y no te olvides de rezar por esta comunidad de hermanas para que estemos todas sostenidas en la oración.
¡Ánimo! Vayamos con confianza y alegría, santificando el mundo y anunciando la Buena Nueva con nuestras vidas, llevando a Cristo a un mundo que tanto lo necesita.
Ashleigh Ladner es hermana, amiga, madrina, tía, y profesora de secundaria, y sobre todo, hija amada de Dios. Originalmente de New Orleans, Louisiana, actualmente está viviendo en Madrid, España. Le encanta viajar y conocer lugares nuevos, leer, un buen expreso, y los girasoles. Sus modelos a seguir en la vida incluyen santa María Magdalena, san Ignacio de Loyola, san Juan, y santa Teresa de Jesús.