“Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mateo 11, 29).
¿Manso y humilde? El creador del universo, el Todopoderoso sin principio ni fin, el Rey de reyes, el León de Judea, ¿manso y humilde? O sea, no es posible presentar dos versiones de Dios tan contradictorias. ¿Era yo la única confundida con estas palabras?
El misterio de la Persona de Cristo es algo que no dejaba de explotar mi mente, y cuando cerraba mis ojos e intentaba entrar en Su presencia para ser amada por Él, no encontraba la versión correcta de este Hombre Divino que me invitaba a una relación íntima con Él. Y en el vacío de mi oración me preguntaba, “¿Por qué es tan difícil conectarme con quien es Él?
Entonces descubrí la devoción al sagrado corazón de Jesús, ese corazón manso y humilde que tanto amó al mundo, a mí y a ti personalmente. Ese Dios fuerte y todopoderoso, en lo más profundo de su ser, tenía un corazón tierno, suave y humilde que quería entregarme a mí.
El Evangelio de hoy claramente responde a mi pregunta. Me cuesta tanto encontrar a Jesús porque soy muy similar a los fariseos en esta historia. Siempre me siento en el lugar principal y me engrandezco a mi misma. Mi orgullo y mi egoísmo caminan ante mi como un escudo hecho de espejos brillantes. Por eso, muchos años después, aún no conozco profundamente ese corazón tan hermoso del que he oído hablar. Ese corazón que con solo tocarlo cambiaría mi vida. Pero para encontrarlo, para que Él me pueda decir, “Amiga, acércate a la cabecera”, necesito despojarme de esta armadura de vanidad que no me deja acercarme.
Hoy Jesús nos dice, “El que se humilla, será engrandecido”. Ese es su secreto para encontrar a ese hermoso corazón que nos transformará en las maravillosas y grandes mujeres que fuimos creadas para ser. Encontrarnos con ese corazón hará que le prendamos fuego al mundo y nos elevará a la versión más maravillosa de nosotras mismas, la hermosa persona que Él se imaginó al crearnos. La mujer única e irrepetible que Él puso en este mundo para transmitir Su amor.
Espíritu Santo, estoy cansada de sentirme vacía mientras busco la felicidad tratando de ponerme en el primer lugar. Estoy tan sola bloqueando ese encuentro con el corazón tierno de Jesús. Por favor, construye en mí el don de la humildad, ese “puente de cristal que me llevará al cielo” (como decía la sierva de Dios Maria Esperanza Bianchini), al encuentro íntimo con ese corazón en fuego de amor por mí.
// Natalia DuTeau fue una joven rebelde a quien Jesús conquistó y le cambió la vida. Ahora es una maestra licenciada convertida en mamá “homeschooler” (escuela en casa). Junto a su esposo Americano, intentan criar a sus 4 hijos bilingües y biculturales transmitiendoles la cultura latina viviendo en el norte de GA. Puedes encontrarla hablando en español mientras hace caminatas por el bosque con sus niños, tomando café (después de todo es colombiana), leyéndole a sus pequeños, bailando, o cantando y tocando guitarra.