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Una parte de las lecturas de hoy que me llamó la atención es el salmo, “Tú haces esto, ¿y yo tengo que callarme? ¿Crees acaso que yo soy como tú? No, yo te reprenderé y te echaré en cara tus pecados. (Salmo 50,21)
Qué fuerte.
Me recuerda a una vez cuando Mary, la coordinadora del grupo de jóvenes, cuando yo asistía, dijo que el Padre disciplina a todo hijo que ama.
En ese momento se me hacía algo difícil de entender. Cuando pensaba en la disciplina, pensaba en el castigo. Y pensar que Dios algún día haría eso conmigo, no me gustó. Me daba miedo.
Después, Mary explicó que Él nos disciplina porque nos ama. Nos ama tanto que nos revela cuando estamos mal, cuando vamos por un camino que no es correcto y cuando nos estamos equivocando.
“¿Crees acaso que yo soy como tú?” Me alegra que el Padre no sea como yo. A veces ignoro mis debilidades, especialmente esas que me pueden llevar a pecar, por lo difícil que es afrontarlas y entregarlas. A veces estamos tan disociadas de nuestra realidad que somos ignorantes a esas debilidades.
Sin embargo, conforme vamos madurando en nuestra vida cristiana, el Padre, por su bondad, nos revela estas cosas. No para hacernos sentir mal, sino para ser más conscientes de nuestros actos y hacia adónde vamos. (Aunque quizás sintamos arrepentimiento por algunas cosas, pero esto es bueno). De esta forma podremos ver el camino de la salvación de la que habla el salmo del día de hoy.
Dulce Aguirre creció como católica “por cultura” y se encontró, dulcemente, por primera vez cara a cara con el Señor durante un ensayo en el coro de su parroquia a la edad de 14 años. Ha sido la única católica practicante en su familia desde ese tiempo (hasta hace poco). Su modo de oración favorito es cantar y tocar la guitarra. Le encanta caminar en los parques y ver la belleza de la naturaleza, especialmente sentir el aire bajo la sombra de los árboles. Sus santos favoritos son Padre Pio, Santa Faustina, San Rafael Arcangel, Santa Hildegarda de Bingen y San Ignacio de Loyola.